Como fotógrafo aficionado, he pasado por varias etapas, cada una más compleja que la anterior. Sin duda, las peores han sido aquellas en las que no era capaz ni de coger la cámara, o que, aun haciéndolo, no disfrutaba del proceso.
Eso fue justo lo que me ocurrió en 2017. Me había vuelto tan obsesivo con la
teoría, con hacerlo “todo bien”, que dejé de disfrutar. Ninguna foto me parecía
suficiente. Todo me parecía una pérdida de tiempo.
Hasta que un día, Jose Mercado me dijo: “Dani, olvídate de todo y solo
haz fotos. Disfruta haciendo fotografías.” Y, con esa sencilla frase,
hizo que mi mente se diera cuenta de que no iba por el buen camino, cambiase el
chip y, como resultado volví a recuperar la pasión. De hecho, podéis encontrar
ese post en este mismo blog.
Este post no busca darte lecciones. Solo pretende recordarte algo esencial:
está muy bien aprender, mejorar y progresar… pero no a costa de perder el
norte. A veces, nuestra obsesión por mejorar nos roba lo más importante: la
felicidad.
Piénsalo así: imagina a alguien que va con su familia a la playa, pero como
no sabe nadar, pasa todo el día amargado. ¿Es razonable? En absoluto. Puede
jugar en la arena, meterse hasta donde hace pie, pasear, tomar el sol, leer,
hablar, reír… vivir.
Lo mismo ocurre con la fotografía. Si te frustras porque no logras ese bokeh
perfecto, tal vez no se trate de abrir más el diafragma: puede que tu objetivo
no lo permita. Y si ese objetivo no está a tu alcance ahora, no pasa nada. Haz
lo mejor que puedas con lo que tienes.
A mí, por ejemplo, me encantaría fotografiar un lince ibérico. Pero por más
que salgo al campo, no lo consigo. ¿Dejo de buscarlo? ¿Me amargo? No. Disfruto
del camino, hago fotos de otras cosas, y si algún día aparece ese lince, estaré
preparado. Pero mientras tanto, no he perdido el tiempo. He ganado paseos, he
ganado momentos, he ganado otras fotos.
El otro día salí a buscar una cigüeña que suele acudir a un río cercano.
Justo al llegar, alzó el vuelo en una escena maravillosa… y yo tenía el
objetivo macro montado. No pude hacer la foto. Sentí una punzada de rabia —duró
un segundo— y me dije: “Otro día será. Ahora, a disfrutar de lo que hay.” Y eso
hice. Fotografié pájaros, insectos, y practiqué técnicas de barrido. Me volví a
casa satisfecho.
Eso es lo que quiero que pienses tú también: no dejes que una meta te robe
el alma de fotógrafo. Si un plan no sale como esperabas, encuentra otro ángulo,
otro motivo, otra luz. Disfruta cada disparo. Disfruta cada imagen. Recréate en los recuerdos cuando las mires con el paso del tiempo. Y sigue
creciendo, con calma, sin presión. Esto no es una carrera ni una competición.
Es una afición que nos hace felices.
Buenas fotos a todos.

